sábado, 29 de noviembre de 2008

GENERAL MAXIMILIANO HERNANDEZ

El General Maximiliano Hernández Martínez, es el dictador salvadoreño por antonomasia; como para los dominicanos lo es Rafal L. Trujillo; para Cuba, Gerardo Machado, Venezuela, Juan Vicente Gómez y así podríamos seguir enumerando en los países de Latinoamérica estos emblemáticos representantes de toda una época de esa cultura absolutista del poder que tales personajes representaron.

Este militar, mas conocido por la supresión del primer apellido, como de manera corriente lo citan, llega al poder a causa de los efectos de la Gran Depresión. Sus vecinos inmediatos y de parecidos despotismos lo eran Jorge Ubico en Guatemala, Tiburcio Carías en Honduras y un poco mas allá, Anastasio Somoza, en Nicaragua.

El ingeniero Arturo Araujo es derrotado por inepto e incapaz el 2 de diciembre de l931, según lo decide un grupo de militares salvadoreños. Este cae en medio del regocijo general, sin un solo sector de la sociedad de su país que deplore su fracaso, como señala el primer número del órgano del Partido Comunista, “La Estrella Roja”, que vio la luz pública diez días después del golpe militar. Esa publicación surgió bajo la dirección de Alfonso Luna y Mario Zapata, dos jóvenes universitarios que en las próximas semanas acompañarán a Agustín Farabundo Martí, al cadalso.

El General Hernández Martínez, fue instalado en el poder por el Directorio Militar que asumió el mando tras la caída de Araujo, como fórmula de buscarle una salida institucional al derrocamiento, puesto que Hernández era el Vicepresidente Constitucional de la República y de esa manera el gobierno podía obtener prontamente el reconocimiento diplomático de los otros países del área, pero sobre todo, de los estados Unidos.
La toma del poder por Martínez Hernández, marcó en El Salvador, el inicio de un control político de esa nación directamente por los militares, que se extendería por unos cincuenta años, periodo en que éstos fueron los árbitros de la vida nacional en íntima asociación con la oligarquía cafetalera y los sectores económicos de exportación e importación.

Un hecho de gran trascendencia histórica que consolidó al General Hernández Martínez y le ganó la confianza y el apoyo de los sectores económicos ya señalados lo fue el levantamiento campesino promovido por el Partido Comunista de El Salvador, cuyo principal dirigente en aquel momento lo era Agustín Farabundo Martí, uno de los revolucionarios mas puros y de más firme convicción en sus principios que ha tenido Latinoamérica. Al final de su mandato, Martínez lamentaría con cierta amargura en círculos íntimos, haber fusilado aquel líder de convicciones tan firmes y tanta honorabilidad en su conducta de vida. Un mes después de haber asumido el poder dicho militar, fueron celebradas elecciones municipales, pues su ascenso a la Presidencia de la República, se produjo en el marco de un período preelectoral.

El Partido Comunista tuvo por primera vez una participación en estos certámenes y obtuvo el triunfo de algunas alcaldías, las cuales no les fueron permitidas ocupar y los miembros de este partido comenzaron a ser reprimidos. Esto llevó por consecuencia que sus miembros se vieron precisados a adelantar la revuelta que habían estado organizando desde hacia algún tiempo, con la participación de los trabajadores rurales debido, principalmente, a la situación de infortunio que atravesaba a el país como secuela de la “gran crisis”, que había dejado la nación casi en la bancarrota, debido de la caída de los pecios del café en forma dramática y un creciente y alarmante desempleo.

Farabundo Martí, fue detenido junto a los estudiantes Luna y Zapata, dos días antes del levantamiento y diez días después fueron fusilados. Mientras se encontraba en capilla ardiente, Martí descargaba a sus compañeros de toda culpa y con la soberbia gallardía que caracterizó su trayectoria revolucionaria, cayó junto a sus compañeros frente el pelotón de fusilamiento.

Para sofocar la insurrección campesina que se inició a la medianoche del 22 de enero de l932, en los pueblos del occidente salvadoreño donde se encontraba la mayor población rural y en la que se presume participaron alrededor de treinta mil campesinos, cuya mayoría estaba compuesta por indígenas pipiles, el General Hernández, emitió una orden implacable que contribuyó a que el aniquilamiento de la revuelta fuera atroz: “No dar cuenta de prisioneros”. En pocos menos de setenta y dos horas, la sublevación había terminado y su saldo de muertos fue desmesurado. Según cálculos serios algunos escritores han aproximados cifras que van entre ocho y diez mil muertos, según figura en un trabajo de investigación que trata aquel momento histórico y se titula “El Salvador, l932”

Martínez se había convertido en el hombre del momento para mantener los sistemas tradicionales que imperaban en la explotación de los trabajadores, particularmente, en el área rural. Aun cuando era tenido por despiadado en su concepción de mantenimiento del orden, a su alrededor se agruparon muchas personas de calidad prestigio profesional que aportaron su entusiasmo y capacidad, conformando un gobierno uniforme y coherente bajo la tutela de este hombre sombrío y absoluto, cuya honestidad resistía el mas severo de los juicios. Pronto ganó la simpatía de la mayor parte de sus conciudadanos este teósofo, de vida extremadamente austera, buen padre de familia, trabajador y de costumbres hogareñas, cuyo único vicio era el Poder y, quien, además , gustaba de ofrecer fórmulas curativas en un programa nocturno por una estación de radio, por lo que lo llamaban “El Brujo”.

Al igual que nuestro Presidente Hereaux, Martínez no perdía oportunidad de preparar botellas; éste lo hacía con aguas azules que recomendaba para todo tipo de malestar, por lo que también lo llamaban “El mago de las Aguas Azules”. Como Trujillo, también gustaba de recetar a sus amigos pastillas y medicamentos cuando notaba en alguno de sus allegados el menor síntoma de gripe ú otro malestar.
Una vez que se desató en San Salvador una ola de influenza, ordenó que los focos del alumbrado público fueran cubiertos con papel de celofán de color rojo, porque, según él, la luz de las bombillas, pasando al través de esa envoltura, produciría un efecto bienhechor en el ambiente lo que ayudaría a combatir la epidemia.







La impresión que daba el General Hernández Martínez, era de un abuelo rígido para quien el mantenimiento del orden y la paz ciudadana lo colocaba por encima de cualquier otra consideración; su práctica de gobernante estaba sólidamente identificada con la cultura política de la época en casi todos nuestros países. En el curso de casi todo su mandato de unos doce años, mantuvo el “estado de sitio”; pero logró colaboración entusiasta de calificados ciudadanos que, junto a este esotérico gobernante, imbuido de estar cumpliendo un programa de modernización del Estado, con amplia labor económica y una firme atención a los problemas sociales y un incesante plan de obras públicas, todo envuelto en el mas acrisolado manejo de los fondos públicos.

A propósito de su pulcritud en los asuntos económicos, se cuenta que el día de la inauguración de los Terceros Juegos Centroamericanos y del Caribe, celebrados en el monumental Estadio Nacional, recién construido, él se encontraba observando como gran cantidad de funcionarios públicos acudían al evento y por esa condición, entraban al estadio sin pagar. Sin decir nada, acompañado de su mujer e hijos, formó cola frente a la boletería hasta llegar su turno y adquirió los boletos de entrada pagando por los mismos. Los demás funcionarios vieron aquel gesto y se apresuraron a seguir su moralizante ejemplo. Al igual que la generalidad de los gobernantes despóticos Maximiliano Hernández Martínez, aspiraba a perpetuarse en el poder, por lo que impuso en febrero de l944 las argucias jurídicas que antes había utilizado para que le extendieran nuevamente el período que debía terminar en ese mismo año y su gobierno se prolongara hasta el año l949.

La sociedad salvadoreña ya no necesitaba aquel régimen asfixiante, pues los tiempos habían cambiado, y las nuevas pretensiones del general esa vez generaron un sordo disgusto que se fue extendiendo hasta llegar a los cuarteles, donde se habían incubado los únicos brotes de disidencia que había confrontado el gobierno en los doce años que llevaba el general Hernández en el ejercicio presidencial. Allí nuevamente encontró la rebeldía.

Un movimiento coordinado de varios regimientos se levantó en armas el la ciudad capital; pero la presencia de ánimo de este militar valiente y sagaz, junto a la lealtad y arrojo de algunos batallones le permitió sofocar la sonada y someter a casi todos los dirigentes de la conjura a juicios sumarios que concluyeron con el fusilamiento de los principales protagonistas de la trama.

Esto fue un acto de venganza inmisericorde y excesivo, como los que estaba acostumbrado a ejecutar este implacable soldado. En todo el país se desató una cacería brutal en busca de aquellos comprometidos que lograron escapar. El pueblo en general, profundamente lastimado por aquellos fusilamientos respondió con una gran huelga de brazos caídos que paralizó todas las actividades de la vida nacional salvadoreña. Durante la huelga general fue muerto un joven de nacionalidad norteamericana, muy apreciado por sus prendas a personales y por ser hijo de un hacendado millonario. Esta muerte sirvió de pretexto para que el embajador de los Estados Unidos se involucrara directamente en los acontecimientos y el general Hernández, esa vez desbordado por los acontecimientos, no tuvo otra alternativa que renunciar el 9 de noviembre de l944 por medio de un mensaje dirigido al país.

En aquel trascendente momento, volvió a sobresalir la honradez extrema de este hombre quien, si bien no se ensució las manos con la corrupción, en cambio las mantuvo tinta en sangre durante todo su mandato. Luego de su salida trágica del poder, para abandonar el país recurrió a un amigo que le gestionó un generoso obsequio de un capitalista, que consistió en veinte mil colones; mas tarde, vendería sus propiedades y eso le permitió seguir su frugal vida en el exterior.

El día siguiente de su caída se fue a Guatemala, en cuya frontera fue recibido por el Director General de Caminos de ese país, el ingeniero Miguel Idígoras Fuentes. Permaneció en el fronterizo país por poco tiempo y partió hacia los Estados Unidos, donde vivió algunos años en Miami y Nueva Orleáns. Cansado de no hacer nada allí se trasladó a Honduras, donde arrendó una finca para dedicarse a cultivar algodón.
A los ochenta y dos años, en l966, vivía solo en la hacienda, pues su esposa había muerto. Tenía a su servicio hombre que le servía de chofer y mozo de servicio. Este empleado durante varios días no se había presentado a sus deberes y cuando lo hizo llegó en estado de embriaguez y le exigió su salario, que precisamente por su irresponsabilidad el general le había retenido. Discutieron agriamente y mientras el general desayunaba, fue atacado por el empleado quien le propinó diecisiete puñaladas ocasionándole la muerte



Publicado en la revista “TEMAS”, del periódico HOY,
En fecha 10 de mayo de 1997


Fuentes: “Miguel Mármol,
Los sucesos de 1932 en El Salvador”
Roque Dalton, Casa Las Américas, 1983
Historia de El Salvador, tomo II
PRESENCIA, año I, abril-junio de l988

PONCIO PIIATOS. ¿ IRRESPONSABLE?

Cuando Poncio Pilatos asumió el cargo de Prefecto romano en Judea, jamás pudo pensar que llegaría a verse envuelto en una querella político religiosa con los celosos dirigentes espirituales de aquel pueblo díscolo y conflictivo, hecho por el que su recuerdo se mantendría vivo durante los dos mil años que han trascurrido de aquel acontecimiento, y es posible que así siga por los siglos de los siglos.

La tarde del viernes 3 de abril del año 33 d.c. concluyó el juicio en que el celo religioso, el chantaje político y lo que ahora se llama manipulación de las masas se orquestaron para no dejar al prefecto Pilatos, otro camino que no fuera la condena a muerte del predicador Yeshu.
Según el magnífico libro del escritor Paul L. Maier, que recoge la vida de aquel funcionario romano, y que nos ha servido para elaborar este trabajo periodístico, Poncio Pilatos, era un alto miembro de la “clase ecuestre”, lo que llamamos en este tiempo la burguesía. Hombre de excelente educación, amigo y compañero de Elio Sejano, el Comandante de la Guardia Pretoriana, a quien el príncipe Tiberio le había concedido toda su confianza además de un gran poder. Sejano era hombre de ambiciones apenas disimuladas; colocaba a sus amigos en buenas posiciones y así llevó a Poncio Pilatos al cargo de representante de Roma en Judea . Tan pronto estuvo al tanto de sus funciones su inteligencia y perspicacia lo llevaron a comprender que su jefatura en aquella hostil región estaría plagada de escollos, por lo que tendría que mantener su sentido de la prudencia todo el tiempo alerta, lo que pudo comprobar a causa de un incidente aparentemente trivial, como lo fue la colocación de unos estandartes de la Legión Antonio, bajo su control, en un lugar que los judíos consideraron una irreverencia a sus creencias religiosas.

El chisme se alargó, tomó cuerpo y llegó hasta Roma, desde donde le ordenó el César el retiro de los estandartes, lo que constituyó una humillación para el Prefecto ante sus poderosos enemigos, entre ellos el taimado, inteligente y ambicioso Tetrarca de Galilea, Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande, y quien aspiraba a que el César lo elevara a monarca para tener también jurisdicción sobre Judea.

Sejano era antisemita visceral y en su interés por ver la zona palestina romanizada, incitaba a su protegido a decisiones que menoscabaran la autoridad de los sacerdotes. Una de esa medidas que tomó Pilatos para agradar a su protector fue retirarle al Gran Sanedrín su derecho a aplicar la ejecución en las casos de condena a la pena de muerte, prerrogativa que tenía ese tribunal cuando los judíos cometían hechos merecedores de esa condena.

El quinto año de ejercicio de prefecto para Pilatos tuvo lugar el descubrimiento de la conspiración de Sejano contra Tiberio, quien reaccionó como era la costumbre; de forma expedita y sin debilidades. En un festival de terror fueron eliminados todos los comprometidos en la conjura, sus familias y hasta aquellos que presentaban la menor sospecha de haber tenido alguna vinculación con el caído, sin faltar las víctimas inocentes, fruto de las venganzas e intereses personales.
La conspiración frustrada de Sejano tuvo repercusión en todo el imperio y a partir de ese momento, Pilatos comenzó a caminar sobre el filo de la navaja.

Evidentemente, había caído en desgracia política y sus enemigos en Judea, intensificaron las zancadillas al prefecto, esta vez fortalecidos por la desaparición del hombre que desde Roma había estado incitando a Pilatos a tomar medidas que llevaran los judíos a un mayor sometimiento.

Poco después de esos terribles acontecimientos políticos ocurridos en la capital del Imperio, cuando todavía estaban frescas sus terribles consecuencias, apareció en Galilea “un hombre de cabellos largos y barba, con ropa limpia”, que se hacía llamar enviado de Dios, por lo que sería acusado ante los miembros del Sanedrín de agitador y practicante de hechicería contra la fe religiosa de Israel.
El 22 de febrero de ese año 33, fue ordenado su arresto en todos los pueblos de Judea y unos cuarenta días después llevado a juicio. Fue condenado a la pena capital por el tribunal religioso y siguiendo la ley romana buscaron la aplicación de esa pena con el Prefecto de Roma, quien había despojado de ese derecho al tribunal judío algún tiempo atrás, como ya expusimos. Por eso se vio Poncio Pilatos involucrado en ese juicio engorroso entre fanáticos religiosos y en su momento lamentaría con amargura haber privado a los sacerdotes judíos de aquella responsabilidad. Los acusadores, en conocimiento de que el Prefecto no condenaría a un hombre por cuestiones de religión, agregaron acusaciones políticas e incluso llegaron a amenazar a Pilatos con apelar al propio Tiberio si la sentencia no era confirmada, pues, según los sacerdotes, el acusado, además de subversivo, se hacía llamar Mesías, o sea, rey lo que implicaba la acusación de alta traición, el peor crimen que contemplaba la ley romana.

El mismo delito, todavía fresco en la memoria, que había sido aplicado a su protector Sejano y sus centenares de amigos y compañeros envueltos en a la conspiración contra Tiberio. Fue una jugada maestra de los sacerdotes del Sanedrín, pues pusieron al Prefecto a escoger entre su carrera de funcionario del Imperio y , hasta su propia vida o la salvación de un profeta desconocido.
Pilatos comprendió que lo habían derrotado los políticos y religiosos de Judea. No obstante, hizo todo lo posible por liberar al predicador, aun cuando el acusado no lo ayudaba, negándose en todo momento a defenderse de las acusaciones que le hacían, lo que realmente exasperaba al Prefecto. “su conciencia no le permitía condenar a un hombre inocente, así que renovó sus esfuerzos por liberar a Jesús, aun a pesar de la intransigente actitud de la gente. Se preguntó hasta que punto la multitud era una comparsa reunida por la parte acusadora.”


Como último esfuerzo, presentó a la turba que escogiera entre el predicador y un asesino rebelde llamado Barrabás, haciendo uso de un recurso que contemplaba el calendario judío, el que consistía que, en cada pascua tenía como costumbre liberar a un prisionero escogido por la gente. Recordó a la multitud que se encontraba reunida ante la plaza a la espera de que terminara el juicio que expresara su preferencia para la amnistía del prisionero y ante el estruendo pidiendo a Barrabás, el procurador quedó atónito. Había quedado totalmente sin posibilidad de evadir la condena del Nazareno.



Publicado en el periódico HOY, el 11-4-98

CIUDAD TRUJILLO, AÑO l955

Dentro de las fuertes tonalidades claroscuras que caracterizaban el régimen trujillista, el año de l955 fue ampliamente de esplendor, alegría y derroche. La era de Trujillo cumplía sus veinticinco años y ese acontecimiento debía celebrarse con la mayor fastuosidad. “El Caribe”, en su editorial del l de enero, con penetrante brevedad resume el sentir oficial y lo trasmite al pueblo: “los dominicanos de hoy tienen el privilegio de adentrarse en un período de su historia, con plena conciencia de su trascendencia y tradición. Se inicia hoy el año del Benefactor de la Patria, en que se celebra el 25Aniversario de la Era de Trujillo”.Todo el país, particularmente Ciudad Trujillo reciben importantes obras de utilidad pública que forman parte de un ambicioso plan de desarrollo que venía ejecutándose desde principios de la década. En los terrenos donde tres meses antes comenzaron a levantarse las edificaciones de la Gran Feria de la Paz y la Confraternidad del Mundo Libre, unos dos mil obreros trabajan con ahinco. También la ciudad se expande por otros límites y muchos de esos obreros construyen sus casuchas en el barrio de “Faría”, que apenas se inicia como zona marginal en el noroeste de la ciudad capital, mientras en un sector de Villa Duarte, satisfechos ciudadanos, cuya mayoría está compuesta por empleados públicos y privados de ingresos medios, adquieren sus viviendas en el nuevo o ensanche “Ozama”. Hasta el deporte crece y el beisbol tiene su gran sede en el Estadio Trujillo, que es inaugurado en ese año de realizaciones .Al comienzo del año se anuncia la construcción de una autopista a un costo de 3.5 millones de pesos, la cual se extenderá desde Ciudad Trujillo hasta Boca Chica a partir del enlace con la autopista en construcción hacia San Isidro, para conducir en pocos minutos hasta la Base Militar Presidente Trujillo, construída dos años antes. En diciembre, junto a la inauguración de la Feria de la Paz y otras importantes obras, será puesto en servicio el majestuoso puente Radhamés, sobre el río Ozama, cuyo costo fue de cinco millones de pesos. Todo el país se regocija con la adquisición por parte del Estado de las propiedades de la Compañía Eléctrica de Santo Domingo, por la suma de 13.2 millones de pesos, cuyo propósito, según expuso el propio Benefactor de la Patria, fue “llevar energía eléctrica a cada hogar dominicano barata y abundante”.habitaciones, cuyo costo es estimado en cinco millones de pesos se inicia su construcción en los terrenos aledaños a la Feria de la Paz en el sector de Bella Vista, anuncia el Generalísimo..Incluso la Iglesia Católica, aliada mas fuerte que antes al régimen del Benefactor de la Patria, por haber sido firmado el Concordato el año anterior, para fortalecer al gobierno en el campo internacional, a cuyo propósito también se organizó la Feria, sigue recibiendo la munificencia de Trujillo quien ordena “el suministro del dinero necesario para la suntuosa basílica que se edifica en Higuey”. El padre Luis O. Posadas, anuncia una nueva donación del Generalísimo para la terminación del edificio Manresa y su equipamiento y también se concluye la hermosa capilla construída en el recinto privado del Palacio Nacional, cuyo costo fue de RD$l80,000 pesos.
El denso manto de uniformidad y acatamiento a que está sometida la conciencia colectivao envuelve las voluntades en una celebración surrealista y anonadante de los 25 años de la Era de Trujillo. En marzo se promulga la ley que “otorga al Generalísimo Doctor Rafael Leonidas Trujillo Molina., Benefactor de la Patria, Restaurador de la Independencia Financiera y Generoso abanderado de la Paz el título de Padre de la Patria Nueva”. Hasta la veneranda imagen de la Virgen de la Altagracia es trasladada desde Higuey para contribuir a los grandes festejos capitalinos de las bodas de plata de la Era de Trujillo .Los datos estadísticos demuestran la organización del país y sus instituciones que funcionan con la precisión de un reloj. Ofrecen datos del orden y la eficiencia del régimen. La capital de la República sobrepasa las doscientas mil almas, alrededor del 10% de la población nacional. El país sigue siendo tierra de promisión para la inmigración española, y en el curso de ese año llegan dos trasatlánticos transportando cerca a de dos mil, incluyendo doce policías que se incorporarán a la Policía Nacional. Los turistas también fluyen y en el mes de febrero llega la mayor cantidad en un mes cualquiera, para establecer un récord: ese mes llegaron 3,467.Como muestra del celo fiscal se publica que los ingresos recaudados en las distintas fuentes de ingresos alcanzaron desde el año l930 hasta el l954 a la suma de un millardo de pesos; y como signo de pujanza económica se destacó que en el año anterior, o sea, en l9564 las ventas de bienes muebles registradas en el Distrito de Santo Domingo llegó a la suma de 13.9 millones y las ventas de bienes inmuebles a 12 millones de pesos. En el mes de octubre, la Pan Américan inicia los vuelos sin escalas entre Ciudad Trujillo y Nueva York, dejando al fin los fastidiosos trasbordos que había que hacer en San Juan de Puerto Rico para viajar entre esas dos ciudades. Envuelto en los fastos del Año del Benefactor de la Patria, muere Manuel de Jesús Troncoso de la Concha, quien recibe honores de prócer. Desde que se difunde la noticia de su muerte, hasta su inhumación, comenzó a escucharse música sacra en la radio, mientras una batería de las Fortaleza Ozama disparaba un cañón cada media hora. Joaquín Balaguer despide los despojos del eminente ciudadano con un extenso panegírico en el cual expresa: “Lo que acaba de derribarse abatido por el hachazo inexorable es uno de esos robles cuyas raíces se confunden con los cimientos de nuestras casas: con las bases seculares de nuestras creencias y nuestras tradiciones”(…). Tan hermosa construcción literaria del gran orador y político, pudo ha ber sido, seis años después, su fuente de inspiración para la oración fúnebre que pronunció ante el cadáver del Padre de las Patria Nueva. En diciembre, el monto total de los sueldos adicionales de Navidad, dispuesta esa donación el año anterior, ascendió a 2.5 millones de pesos que, junto a los sueldos regulares de todas las instituciones del Estado; las autónomas, las bancarias y las municipales, alcanzó un total de 5.5 millones en circulación. El pueblo llano se divierte; la Feria de la Paz, el Lido de París, la Fuente del Agua Luz, el Típico Najayo. Ciudad Trujillo es unafiesta, como lo era París, para Hemingway en los años veinte.


Publicado en el periódico HOY,
28 octubre, 2005

sábado, 22 de noviembre de 2008

TRUJILLO Y EL CONCORDATO

El Concordato suscrito entre el Estado dominicano y la Iglesia Católica en l954, ha surgido a la opinión pública luego de un largo silencio desde el mes de abril de l960; la última vez que se expuso públicamente acerca de este tema. El asunto surgió originalmente al debate luego de una charla que pronunció Manuel Arturo Peña Batlle, el l de junio de l95l y tal disertación motivó que El Caribe invitara treintitrés personalidades entre juristas, historiadores y periodistas para que expusieran en las páginas de ese periódico sus puntos de vista sobre la conveniencia o no de que el país se vinculara a la Santa Sede por vía de un Concordato.-
Entre el l3 de junio y el 12 de julio, diez de las personalidades invitadas a emitir su opinión habían correspondido, y, ocho de ellas fueron claramente opuestas a la idea de concertar un Concordato. ´Tan abrumadora respuesta de casi la tercera parte del total de los encuestados debió ser bastante representativa del resultado final que arrojaría dicha encuesta, en perjuicio del interés del gobernante, lo que debió ser motivo para que se suspendiera la muestra favorable que buscaba el régimen en la prestigiosa intelectualidad de aquellos tiempos.
A partir de la última respuesta publicada por El Caribe, la cual fue de Federico C. Alvarez, no volvió a tratarse mas el asunto en la opinión pública, sino hasta el año l964 cuando el Concordato fue suscrito en El Vaticano, donde se trasladó el Generalísimo desde España, donde se encontraba. Unas pocas horas permaneció allí, lo suficiente para cumplir con el ceremonial de la firma del célebre Acuerdo. Seis años después, en l960, cuando el distanciamiento del alto clero y el gobierno se deterioró hasta llegar a un punto sin ninguna posibilidad de reconciliación, aquellas autorizadas opiniones que habían sido expuestas por los profesionales en su oportunidad, en cuanto al Concordato, fueron reproducidas en la prensa.
El entonces presbítero Zenón Castillo de Aza, fino y culto hombre de la Iglesia, a quien le cupo el hito eclesiástico de haber sido el primer sacerdote claretiano de la República Dominicana, en un párrafo de su documentada obra “Trujillo y otros benefactores de la Iglesia”, hizo una interpretación histórica muy válida, cuando dijo en la página 238 de dicho libro: “El Concordato de la República Dominicana con la Santa Sede es obra exclusiva de Trujillo. A pesar de la catolicidad del pueblo dominicano la opinión de sus intelectuales, externada en juicio que la prensa vernácula recogiera fue contraria(…)Pero Trujillo(…)consideró oportuna la celebración de un pacto de esa naturaleza y quiso ser él personalmente signatario responsable de este relevante documento”.



Publicado el diario Hoy,
En fecha 26 de julio 2006.

TRUJILLO. SUS ULTIMOS MESES

El año l961 irrumpe en la República Dominicana cargado de inquietantes presagios, agravados por las dramáticas ocurrencias del año anterior. Todavía se percibe un ambiente de tristeza por el asesinato de tres damas envueltas en las actividades conspirativas contra el régimen. Cuando eso ocurre, en los últimos días de noviembre, la Navidad se aprestaba a lucir su atuendo de colores en un pueblo con sus alegrías menguadas.
El atentado contra la vida del presidente Betancourt, de Venezuela había decretado definitivamente la caída del decrépito régimen del generalísimo Trujillo y el crimen de las hermanas Mirabal “rompió los lazos de solidaridad que aún mantenía la dictadura con su pueblo”, como certeramente señaló un historiador francés en una importante obra sobre la “Era de Trujillo”
La muerte de las hermanas Mirabal, enervó hasta los espíritus que habían mostrado mayor fervor trujillista, y la pesadumbre subyacía en las gentes y alejó de ellas el ánimo de celebración y alegría en la Navidad de l960.
Cuando les llegó la muerte, enmascarada en un accidente automovilístico, se cumplió una sentencia implícita que había dejado escapar el Padre de las Patria Nueva en un gran homenaje que le tributó Santiago seis meses antes. Allí, denunció “las actividades clandestinas a que se han estado dedicando algunas personas en ciudades y secciones del Cibao”, recalcando que “en Conuco los comunistas han echado las raíces más hondas, donde en el pasado se destacaron los Mirabal y sus familiares…”
Si en el pasado los Mirabal habían sobresalido en sus desafecciones al régimen, como señaló el Benefactor de la Patria, la presencia vigorosa de esta familia en el anitrujillismo se destacaba esta vez por el laborantismo que encarnaba Minerva Mirabal, particularmente, entregada con intensa e irreductible devoción, tal como lo expresó al autor de este artículo, mas de treinta años después, el militar encargado de los servicios de inteligencia en la Zona Norte del país, quien tuvo a su cargo la logística para el operativo que condujo al triple asesinato. Aquel ex militar habló con gran respeto y admiración de las convicciones y el valor de esa dama por la causa a la cual se había entregado.
Todo el dramático acontecer del año l96o, las masivas prisiones de jóvenes y los numerosos asilamientos en embajadas mantenía azorada a la gente mientras la OEA, decretaba sanciones económicas contra el régimen, en los círculos de confianza se hablaba del final de la Era.
Empero, el Padre de la Patria Nueva, pretendía seguir mostrando sus rejuegos políticos que tan buenos resultados le habían dado en el pasado. Al comienzo de enero de l96l, se juramenta como gobernador de Santiago, donde había resultado electo en diciembre último. Antes de concluir el mes renunciaría a esa posición por haberse hecho nombrar presidente de los bancos del Estado,”frente a la manifiesta negligencia con que los gobernadores del Banco Central condujeron su gestión en el pasado, lesiva a la economía de nuestro país”.
En un nuevo intento por recuperar la confianza nacional anuncia nuevas obras como la Presa de Valdesia, a un costo de 34.5 millones de pesos, tal vez como un tardío reconocimiento hacia aquellos colaboradores suyos que seis años antes esperaban el inicio de esa gran obra, cuyos fondos estaban disponibles y, en cambio, fueron distraídos para la construcción de la Feria de la Paz.
En ese delicado y deteriorado ambiente, la Iglesia Católica hacía esfuerzos aparentes por reducir las tensiones que mantenía con el gobierno y los cinco obispos se reúnen con el Presidente de la República, Joaquín Balaguer y el Padre de la Patria Nueva, quienes reciben de monseñor Octavio A. Beras una exposición, donde dicen: “Nosotros nos hemos acercado aquí, mas como padres y pastores que tienen el deber de conducir a sus hijos que tienen desavenencias que fácilmente pueden ser allanadas”. Los obispos reconocen, además, que entr5e la Iglesia y el Estado “ha habido retroceso, pero jamás ha sido nuestra voluntad incitar a revoluciones ni alentar a nadie para ello”.
Apenas transcurridos diez días de la reunión, el Presidente Balaguer y su gabinete “solicitan a los obispos otorgar al Generalísimo Trujillo el título de Benefactor de la Iglesia y para esto citan el memorándum que le entregaron el 10 de enero, en el cual se hacen eco con nobles y justicieras palabras de los beneficios, favores y mercedes que directamente ha recibido la iglesia Católica en nuestro país del gran estadista”. El día 23 de febrero, “El Caribe” publica la respuesta que dirigiera el Obispado, señalando que la concesión de tal título sobrepasa las atribuciones “no solo conceder sino aún apoyar esa iniciativa por tener la Santa Sede reservada para sí la promoción y concesión de tales títulos”
Un enfrentamiento abierto entre los obispos Francisco Panal, de La Vega, y Tomás Reilly, de San Juan de la Maguana, caracteriza los últimos meses de vida de Trujillo quien recorre el país y recibe multitudinarios homenajes. En La Vega, en el curso de un Tedéum ante el Padre de la Patria Nueva, expresa el obispo en un discurso que pronunció: “ Lo primero y principal que necesita un gran porción de habitantes de ésta y otras ciudades y lugares es trabajo honesto a cada uno y lucrativo de los medios indispensables para su subsistencia”
Por su lado, Reilly, en San Juan de la Maguana, acusó al gobierno de “actos de intimidación y persecución contra la Iglesia”…
Estos dos valerosos obispos recibieron los embates de furiosas turbas de antisociales y sus sedes y residencias fueron asaltadas.
Mientras tanto, en el ámbito internacional seguían acelerados los pasos para la liquidación del agonizante régimen luego que el presidente Kennedy esbozara su política económica hacia América Latina y entre sus objetivos señalaba que “la libertad política debe acompañar el progreso material(…) por consiguiente, alberga la esperanza de que la República Dominicana y Cuba se vinculen a la sociedad de hombres libres”(..)
El histórico mes de mayo, el Padre de la Patria Nueva lo inicia con un extenso recorrido por las comunidades del suroeste del país. Hace una pausa y regresa a Ciudad Trujillo y despide en el aeropuerto a su hijo Radhamés que viaja a Francia para, junto a su hermano, jugar polo con sus equipos “Cibao” y “la Pampa”.
Regresa al Sur y recibe homenajes de las provincias de San Juan de la Maguana, Elías Piña y Azua .Luego viaja por el Cibao y una semana antes de su muerte, es vitoreado por los pueblos de Puerto Plata, Valderde y otros lugares que incluye en ese recorrido postrero.
El seguimiento de este último mes en la vida de Trujillo lleva a la conclusión, que el estado gripal que tanto se ha señalado como la causa de la posposición por varias ocasiones para llevarse a cabo el atentado que le costó la vida, por no asistir a su Hacienda Fundación, cuando los complotados lo esperaban, no existió o el ya mencionado malestar fue de muy breve duración.
Luego de la muerte del Benefactor de la Patria, seis días después, o sea, el 6 de junio, los obispos Panal y Reilly, en una muestra de sus nobles espíritus y vocación cristiana, dirigieron una circular a sus respectivas curas párrocos instruyéndoles oficiar misas por el alma del “esclarecido líder que tantas veces nos favoreció y por los beneficios
innumerables que ha hecho a la patria y a la Santa Iglesia”.





Publicado en el periódico HOY,
El 26 y 27 de octubre de 2005

TRUJILLO Y LA ESTRATEGIA DEL TRIUNFO

La abrumadora presencia de Rafael Leonidas Trujillo Molina en la vida dominicana terminó hace cuarenta y seis años. El análisis de las causas que lo llevaron a su encumbramiento comienza a ser estudiado con mayor madurez de juicio, lo que se traduce en enfoques que, desde el punto de vista estrictamente histórico, pueden contribuir a una dilucidación más serena de la trágica personalidad de aquel gran protagonista de nuestra historia contemporánea; por tanto, la “Era de Trujillo” ha entrado en el tiempo en que esta etapa nacional sea presentada sin la gran carga de prejuicios que tanto ha abundado en la literatura sobre este tema y eso permita conducir a una comprensión más reflexiva de ese personaje y su tiempo.
La carrera militar de Trujillo fue meteórica, como es generalmente conocido. En apenas una década, recorrió todos los grados castrenses, a partir del 18 de diciembre de l9l8 cuando, atendiendo a una solicitud suya, fue llamado para ingresar a la Guardia Nacional Dominicana con rango de teniente, hasta alcanzar el grado de Coronel Comandante de la Policía Nacional Dominicana en el año l925. Dos años más tarde, recibió en imponente ceremonia pública ofrecida por el gobierno al contralmirante de la Armada norteamericana, Hughes, el grado de General que había estado ostentando desde un año antes, cuando se llevó a cabo la conversión del cuerpo policial en Ejercito Nacional.
Cuando Trujillo fue llevado a la comandancia de la Policía Nacional Dominicana,- recordemos que eso fue en el año l925- las disensiones políticas surgidas entre el Partido Nacional que lideraba Horacio Vázquez, y el Partido Progresista, de Federico Velásquez y Hernández, que se habían unido con la finalidad de llevar a la presidencia de la República a Vázquez, y a la vicepresidencia a Velásquez, comenzaron a tener trascendencia pública, apenas trascurrido un año y pocos meses de haber ganado las elecciones. El rompimiento político entre las dos agrupaciones era inevitable, y cuando ocurrió, el general Trujillo actuó como un firme aliado del Partido Nacional. Desde que Trujillo había sido comandante de la Policía Nacional en la región nordeste del país, con asiento en San Francisco de Macorís, antes de las elecciones, ya éste había dado muestras de preferencia política por Vázquez. Su parcialidad motivó, que políticos opositores en aquella comunidad denunciaran ante el Presidente provisional, Vicini Burgos, la actitud partidaria que mostraba el jefe policial de allí, por lo que fue trasladado a la ciudad capital.
Esos antecedentes, junto al celo que mostró Trujillo en el momento de tensión que ocasionó en la ciudadanía la ruptura entre los dos partidos aliados, junto a sus conocidas aptitudes de eficiencia, disciplina y dedicación a sus obligaciones hacían fácil entender las razones por las cuales fue adquiriendo cada vez mayor relevancia, como fue notorio al cumplir el primer año de su promoción al grado de coronel y haber recibido a la vez el comando de la institución policial.
Esa conmemoración llegó cuando todavía los desafíos que había generado la enconada disolución del pacto político ya conocido se expresaban públicamente. Para ese aniversario, entre otros festejos hubo una gran celebración en el cuartel de la Policía,
donde acudieron los más altos funcionarios de la nación, incluyendo el Presidente Vázquez, para participar en “esos actos estimuladores y eficaces al honor y la eficiencia”. También fue deslumbrante y con gran asistencia el banquete que le fue ofrecido a Trujillo en el hotel Colón, como parte de los festejos por ese aniversario, organizado con mucho entusiasmo por los elevados miembros del Partido Nacional, Ricardo Limardo, José Dolores Alfonseca, Ernesto Bonetti Burgos y Sergio Bencosme.
Tales expresiones y alabanzas a la gestión del comandante policial, llevaban una advertencia implícita ante cualquier intento levantisco que, llevado por su inconformidad pudieran intentar los opositores a la reforma constitucional que se había estado debatiendo en aquellos momentos con la finalidad de extender el periodo gubernativo por dos años. La vieja tradición de apego al poder por encima de cualquier otra consideración que ha marcado la vida política desde la fundación de la Republica, fue más fuerte en el Presidente Vázquez y sus gentes que, los compromisos y las ataduras legales, quienes desarrollaron un laborantismo intelectual y jurídico que involucró a muchos hombres de luces, entre los que se destacaba el joven Manuel Arturo Peña Batlle, quien, en la defensa de sus argumentos continuistas refutó “al eminente jurisperito Lic. Rafael Justino Castillo al tratar el delicado problema creado por la tesis juridica que lanzáramos sobre la duración del actual periodo presidencial”.
Conocida y aprobada la trascendente decisión constitucional que daba paso legal a la prolongación del ejercicio gubernamental por dos años más allá de 1928, la Policía Nacional Dominicana fue transformada en Ejército Nacional con la estructura de una brigada y su Comandante Trujillo escalaría el último grado de la carrera militar al ser promovido a general de brigada.
Así se va desenvolviendo la administración del Presidente Vázquez en su práctica política que va perfilando a la vez la imagen del brigadier Trujillo como aliado virtual, cada vez más decisivo en las aspiraciones del viejo caudillo y de su partido en sus afanes por retener el poder.
El otro objetivo, o sea, el proyecto reeleccionista, tomó carácter de compromiso público del Partido Nacional a los pocos días de haber sido escogido José Dolores Alfonseca para el cargo de Vicepresidente de la Republica, en agosto de l928, cuando éste anuncia la reelección de Vázquez, por considerarla “Una necesidad nacional”. Alfonseca se había convertido en hombre determinante en su partido. Sustituyó en la posición de Vicepresidente de la Republica a Federico Velásquez cuando este rehusó ser juramentado para continuar en ese cargo por no haber estado de acuerdo con los acomodamientos que se habían hecho para legalizar la prolongación del mandato gubernamental para el cual fueron electas las autoridades públicas en las elecciones de l924.

El año de 1929 comenzó con la campaña para la reelección en plena efervescencia. Definitivamente la figura del brigadier Trujillo gravitaba notoriamente en la vida política nacional. Su nombre había figurado meses antes en una lista entre los hombres presidenciales del Partido Nacional. Este mismo año, se recogerían firmas en San Cristóbal y La Victoria para proponer su candidatura en las próximas elecciones como Senador por San Cristóbal. La prensa destacaba su membresía en la Sociedad Nacional de Geografía, en Washington, al igual que una condecoración que le fue otorgada por el gobierno de Italia. Dentro de sus múltiples ocupaciones, el brigadier, como lo llamaban, sacaba tiempo para donar leche a los asilos de la ciudad capital. En fin, Trujillo se expresaba como una realidad política.
El gobierno seguía contribuyendo a la exaltación de su militar favorito. El Presidente Vázquez, creó la orden del Mérito Militar para honrar al leal oficial. Esta condecoración le fue impuesta en una extraordinaria reunión social que tuvo lugar en el hotel Fausto a fines de enero. El Vicepresidente de la República, Alfonseca, encabezó el esplendoroso acto donde se reunió una cantidad de trescientos invitados entre las personas más importantes del país y en el cual estuvo presente el Cuerpo Diplomático acreditado. También allí se habló de “la lealtad, el honor y la eficiencia del General Trujillo”, esta vez en la voz de Alfonseca. Luego del Vicepresidente se turnaron varios otros oradores, y el conocido periodista, Francisco Ureña Hernández cerró el lucido acto, expresando, en aquel derroche de elogios hacia el festejado que: “En sus manos no perecerá la libertad”, emotiva frase que llevó a la magnífica concurrencia a una cerrada y larga ovación final.
Ese acto, de nuevo puso en relieve la importancia del Comandante del Ejército en medio del debate político reeleccionista, que, por cierto, no ofrecía ninguna duda en cuanto a obtener el triunfo pues, era claro que el Partido Nacional contaba con gran respaldo. Este partido tenía presencia en todo el país y su campaña contaba con el favor de grupos influyentes como lo eran ricos comerciantes y empresarios, respetables núcleos de intelectuales e importantes medios de prensa. Por el contrario,” la falta de unidad entre los grupos de la oposición”, se hacia cada vez más evidente, como lo admitió el doctor Juan Bautista Pérez, un prominente santiagués, al rechazar los ofrecimientos para postularlo que le habían hecho dos de las tendencias antirreeleccionistas; y, Francisco Prats Ramírez fue certero cuando, al afiliarse al Partido Nacional señaló: “La oposición está constituída por grupos pequeños sin cohesión”.
Pero el doctor Luís Eduardo Aybar, en un documento público que lanzó para motivar su renuncia a la candidatura presidencial que había aceptado para representar la oposición, guiado nada más con el fin de adecentar la actividad política, fue más amplio en su enjuiciamiento de la práctica política que se llevaba: “(…) la experiencia que he hecho ha sido breve, pero de un valor edificante. Los partidos políticos no han evolucionado. Las ideas políticas no han evolucionado y los métodos políticos tampoco han evolucionado. Es más, no se advierte ni siquiera una remota tendencia de evolución en los hombres, en los partidos y en los objetivos políticos. Son los mismos viejos caudillos conduciendo las mismas huestes por los mismos viejos caminos (…)”
El laborantismo político en pugna tan poco edificante era lo que se le había ofrecido al pueblo dominicano durante el último lustro de los años veinte. “(…) la política caciquil, anarquizante, de compadrazgos inmorales, había tomado nuevamente la fuerza que le había restado los años de ocupación Norteamericana”,como también señalara el respetable médico en su vibrante exposición pública.
En el contexto económico, cabe señalar que, el país había experimentado cierta dinámica económica debido a los arreglos de la renegociación de la deuda pública. Esta se tradujo, mayormente, en un programa de obras gubernamentales. Otros sectores también resultaron beneficiados debido a los buenos precios de los productos de exportación que habían prevalecido hasta los dos últimos años de la década. Ese relativo bienestar había llevado a los grupos favorecidos a demostrar su apoyo al partido Nacional en sus dos propósitos políticos ya expuestos. Entre esos grupos cabe señalar influyentes hombres de negocios como lo eran Pedro R. Espaillat, J. A. Bermúdez, Anselmo Copello, E. R. León Jiménez, Salomón Jorge, Baduì Dumìt, Ulises Franco Bidò, Cosme Batlle, Juan Tomás Brugal, Josè María Nouel, M. Mallén Ortiz y Quiterio Berroa Por tanto, el ambiente reeleccionista se tornó muy favorable para este partido, cuya organización como ya conocemos se extendía casi a todos los rincones del país con líderes locales de predominio en sus respectivas comunidades.
La reelección de Horacio Vázquez pues, se presentaba como una certeza. Sólo un imprevisto trascendente podría variar la corriente favorable que llevaba en su cresta esa candidatura. Tal casualidad se presentó en forma de una dolencia renal que había estado molestando a Don Horacio con fiebres intermitentes desde principios del mes de octubre. El día 23, fecha en que cumplía 69 años de edad fue celebrada una gran manifestación en los jardines de la Mansión Presidencial para anunciarle al viejo caudillo que su partido lo había escogido candidato para la presidencia de la Republica en las elecciones que serian celebradas en mayo del año siguiente, unos siete meses más tarde.
Después de tan grata, aunque no sorpresiva noticia; sino más bien esperada, las fiebres continuaron molestando a Don Horacio quien, por la recomendación de su médico, el doctor Ramón de Lara, decidió viajar a los Estados Unidos para tratarse su quebranto en un centro avanzado de medicina. Allá fue el Presidente Vázquez y junto a su llegada a la ciudad de Baltimore, en cuyo famoso hospital John ,Hopkins se haría los chequeos médicos, se desencadenó en aquel país el “jueves negro” del 29 de octubre de l929 que hundió la Bolsa de Valores y arrastró esa gran nación a la crisis económica más grave de su historia, dando inicio al periodo de “La gran Depresión “, cuyas consecuencias sociales y económicas repercutieron en el mundo y produjeron, particularmente en los pueblos de América Latina, dramáticos cambios políticos.
A principios de diciembre, luego de más de un mes de estudios y observación, el venerable anciano fue intervenido quirúrgicamente y le fue extirpado el riñón izquierdo. Su permanencia en la Presidencia de la República, a partir de su delicada condición de salud comenzó a erosionarse y lo que fuera para él promisorio y firme se tornó sombrío e inseguro.
Es oportuno referir que, tan pronto Horacio Vázquez se embarcó hacia los Estados Unidos para tratar su quebranto, surgieron en el país “condiciones de intranquilidad” que llamaron la atención hasta en aquel país, y el periódico New York Times se hizo eco del malestar político nacional. La sorda rivalidad que existía entre los principales hombres del Partido Nacional se hicieron cada vez más notorias y todas apuntaban a especular sobre quien sustituiría la candidatura de Vázquez, en caso de su muerte o imposibilidad de concurrir a las elecciones por su precaria salud.
A partir de ahí es cuando Trujillo asume definitivamente el rol de la personalidad dominante en esa repetición de desgarramientos entre los distintos aspirantes potenciales a la Presidencia de la República. Los vínculos entre él y el Vicepresidente José Dolores Alfonseca se encontraban bastante debilitados desde que el Brigadier había sido incluido en una lista de quince candidatos a la presidencia, cuando Alfonseca buscaba ser nominado, según la información que hizo pública Francisco Espaillat de la Mota, un destacado periodista y horacista, conocedor de las interioridades de su partido. La relación de Alfonseca y Trujillo se volvió abierta y enconada rivalidad cuando aquel asumió la Presidencia provisional de la Republica por ausencia de Don Horacio, debido a su enfermedad. Para ese momento Trujillo jugaba sus propias cartas e iniciaba su estrategia para lograr el triunfo en aquella sorda lucha por el poder que se libraba en el Partido Nacional. Por vía de terceros había iniciado relaciones con algunos políticos, no solo en el propio Partido, sino, además, con otras importantes figuras entre aquellos que intentaron oponerse a la reelección de Vázquez, y estos a su vez consideraban oportuna una alianza táctica con el decisivo militar, lo que podría brindarles la oportunidad que tanto buscaban de reemplazar a Vázquez y su grupo en el ejercicio gubernamental.
Así se estableció un a alianza, aunque cargada de recelos, considerada útil y necesaria por los intereses comunes que acercaban a Rafael Estrella Ureña y Desiderio Arias, principalmente, al brigadier Trujillo. Esos conocidos líderes, de proyección legendaria en la vida nacional, fueron las cabezas visibles de un movimiento subversivo aparente, bajo la protección encubierta del general Trujillo, por lo que el Presidente Vázquez, agobiado por el conjunto de circunstancias en que se había estado debatiendo su precario ejercicio gubernamental tuvo que renunciar.

En ese quehacer político deplorable llega el año l930 en medio de un empobrecimiento general. “El aparente mejoramiento de la situación que indican cifras estadísticas globales no guardan relación con la desastrosa realidad”. Hasta la naturaleza había sido adversa con el gobierno del Presidente Vázquez. Entre los meses de octubre y noviembre del año de la prolongación de su mandato, o sea, el l928, se desató un temporal que duró más de treinta días provocando, desde Bonao hasta Montecristi, inundaciones, arrase de puentes, desaparición de ganado, derrumbes; y las labranzas de esos lugares quedó bajo muchos pies de agua. Más tarde, en la zona Noroeste, hubo una gran sequía que completó el cuadro de miseria y desolación que había dejado el temporal en aquella región. “Desde Tamboril hubo de enviarse allá camiones cargados de víveres para distribuirlos entre los campesinos que deambulan de un lugar a otro sin encontrar medios de subsistencia.”.
La propia capital de la República mostraba gran deterioro, incluso los arreglos de calles que había iniciado el gobierno hubieron de ser suspendidos debido a la crisis económica seriamente agravada por el colapso financiero que había sufrido los Estados Unidos. Sólo el acueducto de Santo Domingo sobresalía como la gran obra de los pasados años de prosperidad. “La obra más trascendental y civilizadora que se ha realizado en la República desde su fundación”.
Esos hechos políticos, económicos y sociales, fueron, a grandes rasgos, las causas que llevaron a Rafael Leonidas Trujillo al triunfo electoral en las elecciones celebradas en mayo de l930. Su candidatura, si bien despertó justificada desconfianza en algunos sectores y dichos comicios estuvieron teñidos con asesinatos políticos y actos de abusos y coacción, contó con una amplia base social de sustentación, compuesta por una mayoría de la población rural y urbana que se sumó con entusiasmo a la candidatura del general Trujillo. También expresaron públicamente simpatías con la candidatura trujillista, muchos de los intelectuales nacionales más prestigiosos, como lo fueron Marino Incháustegui, Andrés Avelino, Domingo Moreno Jiménez, Federico Henríquez y Carvajal, Américo Lugo, Jaime Vidal Velásquez, Emilio Morel, Manuel de Js. Galván (hijo) Leoncio Ramos, Ulises Heureaux (hijo) y Max Henríquez Ureña. Sin dejar de tenerse en cuenta en ese triunfo electoral el aparato organizativo del partido Nacional cuyos principales dirigentes, con escasas excepciones, se unieron a la candidatura Trujillo-Estrella Ureña; y, como hemos señalado, la influencia de esa organización se extendía por todo el país, y contaba entre su militancia y simpatizantes reconocidos periodistas y profesionales, oradores y destacados intelectuales de una larga experiencia política que pusieron al servicio de su nueva causa.
El análisis de los hechos conocidos demuestran que, aquel fracaso del incipiente ejercicio democrático intentado a partir de las elecciones de l924, se vino abajo por la falta de visión de futuro y altura de miras en aquellos hombres que tuvieron la oportunidad de construir un verdadero proyecto de Nación, comprometiéndose en el ejercicio de un quehacer político que demostrara patriotismo, desinterés personal o de grupos y se dedicara a una practica educativa del pueblo por medio de una conducta publica inspirada en los mejores intereses nacionales.
Por el contrario, aquellos hombres en quienes recayó la responsabilidad de propiciar la reconstrucción moral de la República, con sus ideas y accionar anclados en el pasado, sin un pensamiento mas allá de sus ambiciones particulares en el usufructo del poder, orientaron al pueblo hacia el brigadier Trujillo, en quien, por instinto, la gente intuía lo que con su sapiencia había observado desde la Argentina , Pedro Henríquez Ureña, tal como lo expuso en una charla que pronunció seis meses después de haber llegado al país para ocupar el cargo de Superintendente de Enseñanza, cuando “el sabio más joven de América”, como lo había calificado el Listín Diario, años antes, dijo: “(…) Por eso quiero explicar como concibo la orientación del actual gobierno: como intento de avanzar en la organización técnica de la administración del país en todos los aspectos de su actividad (…). El Presidente Trujillo es militar de carrera, hombre de disciplina y método. Esa diferencia imprime al actual gobierno fisonomía original, nueva para el país (…). En vez de la mano del Jefe cuya esencial preocupación es el privilegio de mandar, descubrimos la mano del hombre de disciplina que aspira a organizar”.



Editado abril 14, 2007
Este trabajo iba a ser presentado como charla en un club, pero no se hizo y se encuentra todavía sin publicar.

TRUJILLO DE CARNE Y HUESO

Trujillo nació el 24 de octubre de l891. De niño sufrió de enfermedades propia de esta etapa de la vida; la más severa le llegó a los siete años y fue un ataque de difteria. Ya adulto, las fiebres palúdicas, endémicas en el país, lo afectaron y además, contraía gripe con relativa frecuencia. En el año l935 admitió que había sido intervenido quirúrgicamente en tres ocasiones por el eminente urólogo francés Georges Marión. Seis años después hubo de serle extirpado un ántrax del cuello.
Aun con ese historial clínico no puede considerarse que Trujillo tuvo una naturaleza débil o enfermiza. Estaba dotado de gran vitalidad. Sus jornadas de trabajo eran largas, como también lo fueron sus extensos recorridos a caballo que acostumbraba hacer por las distintas regiones del país en sus primeros años de gobernante.

Desarrolló una gran afición por ese noble animal y sus visitas a las carreras hípicas fueron su diversión deportiva favorita. Uno de los militares que lo acompañaron desde los inicios de su larga carrera militar y política, como lo fue el general Federico Fiallo decía de Trujillo que sólo le gustaban tres cosas: “las mujeres, los caballos y los hombres inteligentes”, según nos contó el reconocido hombre público Marino Vinicio Castillo, quien a su vez lo escuchó de alguien a quien el citado general se lo había comentado cuando Trujillo decidió atraer al servicio del gobierno al intelectual Manuel Arturo Peña Batlle.

Desde su juventud, Trujillo mostró un esmerado cuido por su apariencia personal, por lo que siempre lucía con gran pulcritud. En él sobresalía la disciplina y el método, lo mismo que un agudo sentido intuitivo y de astucia, conjunto de atributos que supo aprovechar para su elevación. No se le conoció inclinación por la lectura entre sus hábitos, peso sí un gran erotismo, lo que contribuyó a darle mayor intensidad a su vida.

No hizo militancia política aun cuando se le atribuyó haber participado en un movimiento revolucionario a favor del caudillo Horacio Vázquez, y en 19l4, durante el gobierno del general José Bordas Valdéz, estuvo brevemente detenido junto a su padre y otros amigos, señalados como simpatizantes del horacismo.

Cuando Trujillo ingresó a la carrera militar tenía 27 años y una estatura de 5’ 7” con figura de complexión delgada y fuerte. En su rostro de rasgos mulatos sobresalía una mirada dominante. En un tiempo relativamente corto, apenas doce años, alcanzó todos los grados militares y obtuvo la Presidencia de la República por vía electoral. Para Trujillo era razón de orgullo ser tenido como hombre trabajador y de inflexible apego al deber; no omitía oportunidad para hacerlo recordar . Un joven oficial, Darío Trujillo, sobrino suyo por demás, fue asignado a prestar servicios en la Hacienda Fundación, uno de sus residencias campestres favoritas, no dio importancia a un visitante de apellido Barinas con porte de antiguo general, con chamarra abotonada hasta el cuello que se había presentado a la hacienda y le había preguntado por el Generalísimo. El militar incurrió en el error de informarle al visitante, que Trujillo no se encontraba disponible y el visitante se marcho. Un rato mas tarde, Trujillo preguntó si acaso se había presentado un visitante que él esperaba y el teniente enseguida recordó al señor a quien no le había dado importancia y, para salir del paso, le informó que, debido a los pocos días que llevaba de servicio allí había olvidado anunciarle la visita. Trujillo le respondió con toda energía: “Yo tengo todos los problemas del país en la cabeza y no se me olvida nada. Considérese trasladado de inmediato”.


Trujillo se consideraba hombre de campo. Su día de trabajo comenzaba antes del alba donde quiera que durmiera, y en su Hacienda Fundación atendía con riguroso celo su “triple condición de agricultor, ganadero e industrial” como señala uno de sus más calificados biógrafos. Dedicaba un especial cuidado a sus reses. A veces, cuando el río Yubazo, que pasaba por su hacienda hacía una de sus eventuales avenidas y arrastraba alguna vaca, se desesperaba, gritaba e increpaba a los peones para que se lanzaran a las aguas turbulentas a rescatar el animal, con la promesa de recibir compensación económica.

En sus funciones de Gobernante, Trujillo era cortante al dar órdenes: “eléctricamente impartía instrucciones breves y precisas y quien las recibe se limita a retirarse dándole la espalda respetuosamente. A ningún subalterno se le ocurre sobrepasar en su presencia el motivo de una llamada”. Trujillo era gregario y conversador; a pesar de la personalidad temible que desarrolló en su ejercicio despótico del poder. En su círculo familiar y de amigos se mostraba cálido y expresivo; tenía por costumbre ofrecer medicamentos, que los guardaba en abundancia. Brindaba sugerencias médicas a quienes hablaban ante él de sentir algún malestar.

Héctor Incháustegui Cabral, recuerda en su hermoso libro “Pozo Muerto”, acerca de las llamadas que le hacía el Presidente Trujillo cada día al hospital de La Habana, para animarlo y hacerle recomendaciones al doctor Nuñez Portuondo, acerca de la grave enfermedad que éste respetado médico atendía en el hijo enfermo del diplomático y eximio poeta nacional. El doctor Abel González, en un opúsculo suyo de reciente publicación cita que, Trujillo, cuando se trataba de familiares “él quería opinar y recetar también”.

Trujillo vivió para el poder por lo que recurrió a un ejercicio permanente de la simulación e histrionismo. Su fuerza como gobernante descansaba, mayormente, en la sensación de miedo que trasmitiera a los demás. A veces de manera sorpresiva, promovía espectaculares sacudimientos de su gobierno, con resultados de purgas que llevaban a prisión funcionarios del mayor encumbramiento, para que, luego de pasado el desconcierto colectivo, recibir la renovada claudicación y exaltaciones de fidelidad.

Otra herramienta útil en su práctica autocrática del poder, consistía en seguir la vieja máxima “divide y vencerás”. Así alimentaba celos y rivalidades entre sus principales colaboradores para aprovecharlas cuando les venía al caso. Hasta el chisme hogareño, lo mismo que incómodas intimidades en la vida privada de sus funcionarios y allegados las conocía al dedillo y las guardaba como reservas para su uso oportuno.

A Trujillo se le ha señalado un instinto asesino y sangriento; sin embargo, no se conoce que hubiese incurrido, personalmente, en algún asesinato ni tampoco que haber asistido a cárceles para disfrutar ú ordenar prácticas de vejación o torturas. Contrario a esa imagen de crueldad con que se le ha presentado, Jesús de Galíndez, quien vivió en la República Dominicana desde l939 hasta febrero de l945, en su conocida obra de tesis doctoral para la Universidad de Columbia, “La Era de Trujillo”, editada en l956, y a la cual se le ha atribuido su secuestro ordenado por Trujillo, señala, en las conclusiones de su sobrio estudio: “solo cabe matizar en el régimen trujillista que a veces adquiere tintes sangrientos, suele manifestarse mas bien en otro genero de opresión mas sutil porque busca la humillación moral sin dejar rastros acusadores”.

Los crímenes políticos de la Era de Trujillo, perseguían causar un efecto intimidante que sirviera para “aterrorizar primero y disciplinar después al conjunto de la sociedad”, dentro de un rígido orden social. Tales acciones no eran aplicadas para satisfacer una aberración del gobernante. En su primer lustro de gobierno, Trujillo aplicó una política de eliminación de los caudillos regionales más díscolos y obtener de ese “esfuerzo”, como lo llamó el humanista Pedro Henriquez Ureña, “la verdadera unificación del país”. Durante esos primeros cinco años de gobierno, fue cuando se produjo, en conjunto, el mayor exterminio de opositores políticos. Una obra publicada en Puerto Rico en el año l937, por el periodista Francisco O.Girona, fue la primera publicación en señalar una relación amplia de los asesinatos cometidos para la consolidación del régimen. Dicho libro se titula “Las Fechorías del Bandolero Trujillo” y cita los nombres de los mas conocidos personajes que fueron sacrificados e incluye, sin mayores detalles, supuestas eliminaciones masivas ejecutadas en determinadas comunidades.

El balance luctuoso que ofrece la mencionada obra alcanza unas quinientas personas. A partir de ahí, gran cantidad de libros sobre Trujillo han repetido aquella violencia inicial y las que siguieron ocurriendo, mas selectivas, pero con igual motivación como nuestra del carácter criminal del Trujillo, según tantos autores que han reclamado “sus propios valores y una objetividad mas allá del alcance de la historia”.

Emilio Cordero Michel, uno de nuestros más respetados historiadores, en un trabajo que hizo sobre “Los movimientos sociales y políticos durante la Era de Trujillo”, detalla las conspiraciones que se fraguaron contra el régimen y la cadena de muertes a que condujeron esas conjuras. Además hace referencia a los asesinatos antes señalados, incluye en su estudio las tramas militares y los crímenes políticos en los cuerpos castrenses que, en su totalidad, superaron en poco las doscientas muertes.

Agregándoles a todas esas muertes las ocurridas en los dos intentos de insurrección armada que llegaron desde el exterior; el primero en el año l949 que dio por resultado el sacrificio de unas quince personas, entre ellas los siete expedicionarios y los pilotos del avión cañoneado, junto a los que fueron vinculados como colaboradores de la expedición en la ciudad de Puerto Plata; mas 217 que cayeron en Constanza, Maimón y Estero Hondo, diez años mas tarde, entre muertos en el campo de acción y capturados y sacrificados luego, así como los casos esporádicos de muertes en cárceles y en calles en todo el largo de la Era de Trujillo, se podría hacer un ejercicio especulativo que aproxime a cifras razonablemente creíbles sobre la criminalidad del régimen, ya que resulta del todo imposible llegar a conclusiones definitivas.

Cuando ocurrió el atentado en que Trujillo perdió la vida, éste se aproximaba a cumplir los setenta años de edad. El aplomo que había mostrado en sus actuaciones pasadas había perdido firmeza, lo mismo que su equilibrio emocional; esa fisuras en su recia personalidad lo llevaron a cometer errores de Estado mayúsculos, como lo fue dejar la responsabilidad del destino de los prisioneros de las incursiones insurgentes que llegaron en junio de l959 a la decisión de su hijo Ramfis, conocida la inexperiencia de éste en asuntos políticos.

El sentido común y de la oportunidad perdió lucidez en Trujillo a partir del año l959. Sus accione en medio de la crisis nacional e internacional a que hacia frente así lo daba claramente entender. Entró en abierta y hostil relación con la Iglesia Católica, su fiel y útil aliada por tres décadas. También incurrió en su mayor desatino, como lo fue el atentado contra la vida del presidente venezolano Rómulo Betancourt, irreflexiva acción que provocó sanciones diplomáticas y económicas contra el país
por los países de América latina y Estados Unidos.

El ultimo eslabón de esa cadena de desaciertos finales en que incurrió el régimen trujillista, llevado por su razonamiento errático, lo fue endosar su autoridad para el asesinato de las hermanas Mirabal, crimen sin el menor sentido de justificación y por demás inoportuno, que, como señala un historiador francés, ese hecho “rompe los lazos de solidaridad que aun lo une a la sociedad”.

A su muerte en mayo de l96l, Trujillo deja como legado principal, en contraposición al sometimiento en que mantuvo a la sociedad dominicana durante su largo mandato, un país limpio del caudillaje político y con instituciones eficientes en un proceso de desarrollo que lo sitúa en el mundo moderno, aunque sin el desarrollo del pensamiento político colectivo que le hubiera podido permitir aprovechar mejor la oportunidad hacia un avance social y político al pueblo dominicano y lograr mejores niveles de satisfacción ciudadana en el ejercicio democrático en que se ha desenvuelto a partir de aquel momento trascendente en la historia dominicana que se inicia con su desaparición.


Publicado en el periódico HOY,
En fecha 1 de octubre, año 2006

TRUJILLO Y ERCILIA PEPIN

El cinco de enero del año l931 el Presidente Trujillo ordena al prestigioso médico Luís Eduardo Aybar, trasladarse a Santiago para hacer los esfuerzos necesarios que puedan aliviar los serios quebrantos de salud que afectan a la ilustre educacionista Ercilia Pepín. El diagnóstico del galeno, conjuntamente con sus colegas de esa ciudad, determina que la señorita Pepín tiene tres cálculos en un riñón, por lo que la junta de médicos decide su traslado a la clínica “Las Mercedes”, en la ciudad capital, para ahí ser operada por el doctor Aybar con la asistencia de varios facultativos que vendrían de Santiago para asistirlo en la intervención quirúrgica. Una ambulancia militar es enviada para el traslado de la respetable paciente.
El doctor Aybar reconsidera su opinión en cuanto a intervenirla en su clínica, porque, a su juicio, tratándose de tan ilustre enferma “no se debía dejar de agotar a favor de ella los mejores recursos de la ciencia sometiéndola, preferentemente, a especialistas que ya hubiesen realizado repetidas veces la clase de intervención quirúrgica que reclama su caso”. Por tanto, se decide el traslado de la venerada enferma, considerada “honra y prez de la mujer dominicana” al hospital John Hopkins en los Estados Unidos. A fines de ese mismo mes de enero le fue extirpado el riñón derecho por estar en malas condiciones, según dio a conocer el Presidente Trujillo, en telefonema que le envió al señor Daniel C. Henríquez. A principios de marzo regresa la eximia educadora a bordo del vapor “Borinquen”, coincidiendo su viaje con la primera entrada que hizo al puerto dominicano este barco, cuyas llegadas regulares se harían tan familiar para los capitaleños como ya lo eran las del “Coamo”.
Tan pronto desembarcó la señorita Pekín visitó al Presidente Trujillo para expresarle su reconocimiento y agradecerle que costeara su viaje y la operación a que fue sometida.
Recuperada su salud se reintegró a sus labores docentes en la dirección de la escuela Méjico, hasta que en el mes de mayo, tanto ella como el profesor Sergio Hernández, Director de la Escuela Normal Superior de Santiago, fueron reemplazados por “haber dispuesto un Duelo Escolar con motivo de la muerte de un maestro que cayó en una acción de armas contra el Poder constituído”. Ambos fueron jubilados por disposición del Presidente Trujillo quien, refiriéndose a ese acto cometido por los dos respetados profesores, dijo sentirse extrañado porque el Duelo Oficial sólo puede ser declarado por al Consejo Nacional de Educación; además, por las consideraciones y afectos suyos a los profesores Hernández y Srta. Pekín, por cuya salud se interesó últimamente por admiración a ella y a Santiago que consideraba a la educadora como su Madre Espiritual”.
Luego de ese incidente que la la definitivamente del magisterio, Ercilia Pepín vive erguida dentro de la comunidad santiaguense en la cima de su pasado glorioso. La pensión que le corresponde por su jubilación no le es entregada, lo que era normal en aquellos tiempos de precariedades económicas del Estado. Un año antes de concluir su vida fecunda en ejemplos de entrega altruista a la causa de la patria y el magisterio, dirige una sentida carta al Presidente Trujillo, a quien trata de “distinguido amigo mío” y le expresa en alta voz, antes de que mi organismo físico sea vencido por la cruel dolencia que mina mi existencia y ya no pueda hablar”. Reconoce, además “la gallardía de usar sus facultades de gobernante ordenando que me fuese pagada la creencia que desde hace tiempo tiene contraída a cargo del Estado por concepto de servicios prestados en la profesión del magisterio como Directora y Maestra de la Escuela Méjico de Santiago”.
En su larga y evocadora carta, desempolvando recuerdos que reflejan la mutua admiración y respeto que existía entre esas dos fuertes personalidades; entre otras memoranzas, la señorita Pepín cita: “cuando el 24 de julio de l924, el entonces Mayor Trujillo comandaba las fuerzas militares en Santiago y la Fortaleza San Luís estaba ocupada por un millar de soldados y oficiales norteamericanos. La acción nacionalista encabezada por mí había preparado un acto de reafirmación patriótica que consistía en enarbolar en dicho recinto y en presencia de las fuerzas de ocupación la bandera dominicana…El sentimiento patriótico que es timbre de honor en el Generalísimo, brilló en las acciones del mayor Trujillo…solícito prestó su decidido concurso para que yo pudiera enarbolar en aquel acto inolvidable, el pabellón nacional, y dispuso que a tal acto concurrieran a participar las tropas dominicanas bajo su mando”.El Presidente Trujillo responde a “su distinguida y fina amiga” su afectuosa carta que es “una bella página de exhaltación de la gratitud y que usted traduce en virtud y deber y también en placer de la mente y del espíritu que no sabe callar ni olvidar”.
El 12 de agosto de l938, Ercilla Pepín vuelve a dirigirse a su “viejo y gran amigo” para agradecerle el otorgamiento de la Cruz de Juan Pablo Duarte, por lo que “cumple a mi gratitud no olvidar nunca la fuente que apagó mi sed ni el oasis que el amigo noble y generoso abre en mi infortunio como paréntesis de consuelo y esperanza”.
En un importante acto lleva do a cabo en su residencia de la avenida Duarte, por el delicado estado de salud en que se encuentra, la señorita Ercilla Pekín recibe la condecoración de manos del senador Mario Fermín Cabral, quien al imponerle la Orden pronuncia hermosas y confortantes palabras que reflejan el sentir de todo el pueblo de Santiago hacia “esa dulce y buena amiga, maestra de nuestros hijos, madre de los hijos de Santiago”.



Publicado en el periódico HOY,
12 diciembre 04

FONT BERNARD IN MEMORIAM

Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. La muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quien doblan las campanas; doblan por tí.

Estos hermosos fragmentos del conjunto de devociones para ocasiones emergentes que, nos describen en forma sublime la solidaridad entre las personas, fueron escritos por un gran orador sagrado hace varios siglos y hemos acudido a ellos a manera de inspiración, para despedir a un hombre que asumió la amistad y el servicio a sus semejantes como una excelsa obligación.

Con la partida de Ramón Alberto Font Bernard, todos los que aquí nos encontramos sentimos que perdemos algo de nosotros. Con él parecemos perder una parte de nuestras raíces; un cronista detalloso de la vieja Santo Domingo, aquella ciudad recogida y señorial que lo vio nacer y crecer; bien distinta a la otra que lo ha visto envejecer y morir honorablemente.

El fue una estampa de la hidalguía del pasado. Su conducta de vida mostraba una hombría de bien aureolada por la sencillez llena de dignidad, como en los grandes espíritus, identificada por el bien ser y una alta expresión de la condición humana.

Hablar de este hombre que nos deja, o escuchar de sus múltiples recuerdos, era como penetrar en un mundo lleno de colorido, salpicado por la gracia anecdótica debido a su condición de exquisito narrador. Evocaba sus memoranzas en recorridos fascinantes por las viejas casonas, los vetustos templos y los muros con una pátina humedecida por la historia y la leyenda. Cuánto le agradaba hacer el papel de cronista del ayer; de resaltar el señorío de las gentes de entonces, algo que él, de forma tan ejemplar representó. Cómo disfrutaba recrear su pasado en charlas abrillantadas por la chispa ingeniosa que brotaba de su conversación sapiente que emanaba de su caudal de experiencias y cultura.

A partir de ahora, Font Bernard volverá a encontrarse con aquellos hombres que nunca dejó de admirar, que, al irse de la vida lo dejaron disminuido, tal como nos sucede a quienes tanto nos afecta ahora su partida porque, perdemos la calidez de su trato y el noble sentido de lo humano que siempre demostró este hombre, quien fue ejemplo de convivencia y buena voluntad.

Anda pues, hacia la eternidad; acompaña aquellos fantasmas que tanto admirasteis. Camina junto a ellos por vuestra venerable calle El Conde, como lo hiciste en el estadio juvenil de tu existencia. Dile a esas gloriosas sombras que, por tí, muchos jóvenes hoy día los conocen mejor porque siempre los tuvisteis muy presentes en tus recuerdos y les contabas muchas de sus chispeantes anécdotas y cotidianidades.

Pero, este amigo entrañable, no representó nada más el papel de exponente sabio y ameno de nuestro pretérito. Sus frecuentes intervenciones en la televisión eran cátedras de saber y agudeza; de cultura y erudición, como también lo fue el faro cuya luz encendía con claros destellos en su esperada columna sabatina del periódico Hoy. Esos espacios de comunicación que ofrecía al país, como aporte instructivo para el gran público, fueron enjundiosos ensayos de sociología, historia y política que Font Bernard presentaba como muestra de la diversidad de saberes que llegó a acumular en su largo quehacer intelectual, formado en una de las bibliotecas mejor dotadas del país; la suya propia y, en sus tratos y experiencias, en el largo discurrir de su vida, con muchos de los hombres más relevantes del pensamiento dominicano.

En su rol político, actividad que tanta pasión y asperezas genera su práctica en nuestro medios que, por demás, comúnmente transforma a quienes lo ejercen, Ramón Alberto Font Bernard supo sustraerse a esa mutación de su personalidad y prevaleció en él, en todo momento, su condición de hombre afable, siempre accesible, con su clara vocación de servicio y la bondad de su alma a flor de piel.

Fue impermeable a las embriagantes emanaciones que genera el poder político, cuando estuvo por doce años en el círculo íntimo de un gobernante a quien le sirvió como ente de conciliación, promotor de acercamientos, en cuyo papel él mejor se sentía por su espíritu formado para la avenencia y la búsqueda de armonía y tolerancia.

Hasta los debates en que ocasionalmente intervino con su prosa siempre ágil, culta y galana se mantuvo al margen de trazos que no estuvieran marcados por la mesura y el respeto gallardo hacia sus antagonistas de ocasión porque, la decencia intrínseca suya limaba cualquier arista del tema a dilucidar; y eso también, deberá contarse entre el amplio inventario de atributos honrosos que destacaron en vida a Font Bernard, y a partir de este momento engrandecerán su memoria.



Publicado periódico HOY,
9 de noviembre 2006

TRUJILLO Y ORNES COISCOU

Germán Emilio Ornes Coiscou, viajó hacia Nueva Orleáns el 29 de octubre de l955, para asistir a la Asamblea Anual de la Sociedad Interamericana de Prensa. No era previsible que cumpliría su última misión como representante de la prensa dominicana ante ese organismo en la Era de Trujillo.
Los viajes de Ornes a los congresos de la SIP, constituían para él una actividad de trabajo al igual que otras coberturas de eventos internacionales de importancia. Su talento periodístico lo había distinguido entre los mejores de esa profesión desde que comenzó a ejercerla, en los primeros años de la década cuarenta en el recién establecido periódico “La Nación”.
Sus viajes venían desde aquel tiempo, cuando a fines de l943, viajó a Hollywood para cubrir la condecoración con la Orden de Duarte, Sanchez y Mella que le fue otorgada a la actriz María Montez por su actuación en el filme “Las mil y una noches”, cuyo estreno en el país, la hermosa artista criolla lo había ofrecido con “legítimo orgullo”, al Generalísimo Trujillo
Su participación en la Asamblea de la SIP correspondiente al año 1953, celebrada en Méjico fue particularmente memorable para Ornes. En esa reunión, su celo trujillista lo llevó a promover un gran escándalo al golpear con un rollo de periódicos un intruso que se introdujo en el evento y lo tildó de “lacayo de Trujillo”.
Ya el día antes de ese incidente, Ornes Coiscou había calificado de “mentiroso” a Enrique Cotubanamá Henríquez, cuando éste denunció la falta de libertad de información que existía en la prensa del país, contradiciéndolo, al afirmar que: “en la República Dominicana existe absoluta libertad de crítica en la prensa”.
La actitud asumida por Ornes en aquella agitada asamblea de la SIP, complació tanto al gobierno que, por decreto del Poder Ejecutivo se dispuso “que el pueblo de Ciudad Trujillo concurra al aeropuerto General Andrews para darle la más calurosa bienvenida y ofrecerle un voto de confianza por su actitud”.
El Secretario de Interior, J. Furcy Pichardo ostentando la representación oficial y ante “nutridas representaciones de todas las clases sociales de Ciudad Trujillo que acudieron al aeropuerto en jubilosa romería cívica., dijo al doctor Ornes al descender del avión: “En nombre de nuestro gobierno y en nombre de nuestro pueblo, esos dos poderes ejemplarmente sustentados en una sola fuerza os doy la bienvenida”.
Al dia siguiente, como muestra de agradecimiento, el doctor Ornes Coiscou dirige un mensaje al Generalísimo Trujillo reiterándole “irrestricta adhesión a vuestra persona y a los ideales que han hecho de vos el más prestante campeón anticomunista en América” (…)
Posterior a ese nuevo mérito por su devoción al régimen, Ornes pasó a ostentar la presidencia de la Editora del Caribe, en sustitución de Anselmo Paulino Alvarez, quien era su protector y lo había llevado a las funciones de Jefe de Redacción del periódico en enero de l949, cargo que nominalmente mantuvo durante los casi ocho años que permaneció en ese medio de prensa, aunque de hecho, desempeñaba la funciones que correspondían a un director, con todas sus prerrogativas.
En el orden estrictamente jurídico, el periódico “El Caribe” en ningún momento había pertenecido a Trujillo, como éste tampoco figuró como dueño del diario “La Nación”, cuyas acciones en su momento fueron propiedad de Rafael Vidal Torres, su fundador y director hasta 1945, y, mas tarde, de Mario Fermín Cabral.
Algunos meses antes de comenzar a circular “El Caribe”, un periodista de “La Nación”, preguntó a Trujillo su opinión acerca de “un nuevo diario que se comentaba sería instalado en la ciudad capital” y, según la reseña, éste se limitó a responder: “Tengo entendido que se acaba de formar una compañía para fundar un gran periódico en Ciudad Trujillo”. Con esa respuesta volvía a mostrar el cuidado de no aparecer directamente vinculado a medios de prensa. Por tal razón, con Ornes también se cumplió fielmente con los trámites financieros que le permitieran adquirir la propiedad de la Editora del Caribe.

Cuando Ornes emprendió su viaje hacia Nueva Orleáns, los efectos de la caída en desgracia de Anselmo Paulino se dejaban sentir todavía entre sus protegidos. El había sido una de las pocas excepciones. El día antes de su partida, apareció en el periódico que dirigía una fotografía de un acto celebrado en la ciudad de Azua, cuyo pié contenía una grave errata: “Fue depositada una ofrenda floral ante la tumba del Ilustre” (…). Más tarde, al desligarse del régimen, el importante periodista disidente se referiría a ese error para denunciar al gobierno dominicano ante la prensa neoyorquina y la supuesta suerte que habían corrido los redactores que cubrieron aquel acto.

Mientras tanto, Ornes cumplió su papel en Nueva Orleáns y todavía el l4 de noviembre seguía vinculado políticamente con el régimen, desde Nueva York declaró: “La Carta Fundamental de su país que elaborará la Asamblea Constituyente (…) debe llamarse, con justicia y equidad Constitución Trujillo”.
El 25 de diciembre la disidencia de Ornes se hizo pública porque El Caribe publicó una extensa carta que él envió dos semanas antes a Trujillo en la que trataba de la entrevista que: “V. E. me concedió en Kansas City donde tuve la honra de comunicaros que en aquellos días mi salud se encontraba totalmente resentida y que debía buscar otras actividades lejos del medio en que he vivido hasta ahora”.
En otra parte de su extensa carta, Ornes le hace a Trujillo una proposición en la que se puede entender que contenía una velada amenaza de extorsión: (…)”Como un medio inmejorable de no causar interferencia al armonioso clima en que se desenvuelve las actividades de la prensa dominicana, la venta de la totalidad de las acciones de la Editora del Caribe, por la suma de RD$760,000.” (…)
Trujillo responde en forma lacónica al doctor Ornes: “Lamento sus quebrantos y formulo votos porque recupere rápidamente su salud. La adquisición de acciones de empresas periodísticas aquí o en el extranjero no deseo realizarlas. Deséole felicidad y prosperidad”.

A partir del rompimiento que significó ese intercambio epistolar, Ornes se lanza a una cruzada antitrujillista desde Puerto Rico. El gobierno dominicano por su parte, utiliza algunas de sus mejores plumas periodísticas para descalificar al disidente. La columna “Minutero”, del veterano y cultísimo hombre de prensa, Francisco Prats Ramírez, con su prosa desbordante de mordacidad e ingenio, le enrostra su pasado: ¿“Cómo justifica este camaleón pesetero las inmedibles columnas de su prosa almibarada trujillista que figuran en la prensa dominicana? No ofende quien quiere, sino quien puede. El no puede. Ni siquiera es un político. Es simplemente una rana que croa en la laguna de un desengaño comercial”.
Cuarenta días después de concluida la Era de Trujillo, o sea, el 31 de diciembre de l961, el periódico El Caribe fue devuelto a Germán E. Ornes, según anuncio que hizo el secretario de la Presidencia: “El propietario Ornes, en compañía de su esposa Dianne y el señor Jules Dubois, de la Sociedad Interamericana de Prensa, agradecieron al Presidente Balaguer la medida”.


Nota: El artículo Etica y Periodismo publicado en el HOY de fecha 29-8-07, del laureado escritor Diógenes Céspedes, me ha hecho recordar este trabajo, escrito hace cierto tiempo el cual reposaba olvidado en una gaveta de mi escritorio. (FI)

¿FUE TRUJILLO UN RESENTIDO?

En su más reciente artículo que publica el exquisito narrador R.A. Font Bernard en el periódico HOY, trata de la figura histórica de Rafael Leonidas Trujillo, y en su trabajo plantea que “A los cuarenta años de su desaparición física, Trujillo es aún el gran enigma del Siglo XX dominicano”.
Esto, según expone el fino articulista, debido a la voluminosa bibliografía que sobre ese gobernante ha sido escrita envuelta en la dicotomía maniquea del bien y el mal que ha prevalecido en la mayoría de los juicios externados sobre ese hombre y su régimen, desde el ayer hasta el presente, lo que no ha contribuido a despejar los rasgos de oscuridad y confusión que todavía envuelven la Era de Trujillo.
Sin pretender satisfacer la preocupación que ha estado constante en mi apreciado amigo acerca de ese trágico personaje dominicano, tenido como paradigma por excelencia del dictador latinoamericano, me atrevo a escoger las razones que expuso Don Amé rico Lugo, cuando, luego de acordar con el Estado escribir una historia dominicana desde la llegada de Colón hasta la última administración de Ulises Hereaux, le fue pedido que la extendiera hasta el año l930, a lo que se negó el adusto doctor Lugo, porque, a su juicio, los primeros treinta años del siglo estaban muy frescos y muchos de los protagonistas de esos tormentosos años se encontraban activos lo que podría impedir o enturbiar la investigación y análisis de los hechos históricos ocurridos en esa última etapa, en caso de agregar a la obra destinada as ser materia de enseñanza en la escuela, cuando estuviera terminada.
Trujillo y su tiempo, todavía están muy frescos en la historia y el interés por caricaturizarlo está muy vivo, porque, hay que mantener el pueblo asustado con sus “perversidades” para que pueda seguir fiel y obediente esta “democracia” que hemos mantenido desde su muerte.
Pero, no es ese el interés de este artículo, sino hacer referencia a la calidad de “resentido” que la atribuye Joaquín Balaguer, quien pudo haber sido la mayor autoridad para hablar o escribir acerca de la vida política de Trujillo, y a quien Font Bernard, cita en su artículo: “Trujillo fue un resentido que humilló a todo el mundo para vengarse de los desprecios que recibió cuando luchaba por ascender en medio de una sociedad que le era hostil”.
Con frecuencia se escuchan voces expresarse acerca de Trujillo, como un personaje lleno de resentimiento; también en algunos escritos se habla de esos rasgos de conducta. Pero; ¿respondía en verdad, Trujillo a un carácter dominado por el resentimiento? Por su actitud y proceder no lo demostró. Trujillo no era taciturno como Tiberio, que incluso se retiró a Capri por diez años y desde allí gobernó, alejado de Roma, asqueado de sus multitudes y de un Senado al que consideraba despreciable. Trujillo tampoco era un gobernante sombrío que vivía oculto en su palacio, como Jorge Ubico; ni un hombre elusivo y atemorizante como Gaspar Rodríguez de Francia, quien antes de salir a su paseo vespertino por las calles de Asunción, lo precedían dos soldados para despejarlas y disparar a las ventanas que estuviesen abiertas, para que “El Supremo” no fuera visto. Estos son sólo unos pocos ejemplos de hombres señalados como verdaderos resentidos. Trujillo era un déspota en el sentido más acabado; como lo era Napoleón, Hitler o Mussolini. Pero, al igual que éstos no era un resentido social. Disfrutaba al igual que ellos el calor de las multitudes, amaba al igual que ellos los homenajes públicos y privados y otros halagos. Trujillo era el primer actor en cualquier manifestación multitudinaria que le fuera hecha. Las gozaba tanto como a una mujer sensual, que se les ofrecían en oleadas, porque, como dice Herrera Luque, no hay mayor afrodisíaco que el poder. Trujillo se sentía pleno de goce entre sus amigos íntimos; no era triste. Era alegre y festivo cuando había disposición para el solaz. A diferencia del resentido gustaba exhibirse, bien fuera a pie, a caballo o en automóvil, como lo hacía en el flamante Rolls Royce que le regalaron sus amigos en el año l935, cuando se paseaba orondo por las calles de la capital, conduciendo él, seguido por sus edecanes militares en otros autos.
Cuando visitaba cualquier pueblo o región del país, lo cual hizo con regularidad durante sus treinta y un año de gobierno, no se encerraba ni se aislaba de las gentes. Bailaba y bebía con la intensidad del criollo satisfecho de lo que le ha dado la vida. Con sus amigos cercanos, según el momento, compartía con soltura y relajamiento. Hacía bromas y se contaban chismes como hijos de vecino. No inspiraba ni emanaba una aureola tenebrosa en su conducta social, fue generoso con sus amigos hasta la prodigalidad. Así no se comporta un resentido.
Que Trujillo avasalló a las mejores familias?. También las encumbró y les dio prestancia política como no la habían tenido jamás. ¿Qué hubo crímenes de Estado, asesinatos políticos, vejaciones y prisiones? No debemos olvidar que cuando se habla de Trujillo es de un gobernante con un fuerte desarrollo del carácter despótico que asume todo el poder para crear una nueva sociedad.
Sea por convencimiento, admiración, conveniencia, temor o lo que fuera, en su tareas reconstructora estuvieron envueltos en forma abrumadora los hombres de saberes mas calificados de la época. Siempre se ocupó de recordar su indeclinable línea política en el manejo del Estado y así fue entendido y cuando no, fue hecho entender: “Mi temperamento se inclina naturalmente a todo el que me es leal y se entrega a mi política sin reservas”.



Publicado en el periódico HOY,
El l8 de noviembre 2004

miércoles, 19 de noviembre de 2008

ADIÓS A DON ARTURO USLAR PIETRI

Hace muchos años entramos en contacto con ese universo de cultura y sapiencia que prodigaba como un “globo de colores”, Arturo Uslar Pietri, en la columna “Pizarrón”, publicada en los principales periódicos de Latinoamérica. Recortamos por mas de diez años esos luminosos ensayos que entonces publicaba “El Caribe”, por la fascinación que nos producía su prosa desbordante de donosura y siempre con la intención didáctica que, por encima de todos sus elevados atributos, caracterizó a ese gran pensador, “una de las inteligencias más lúcidas de América”, según nos la definió una vez un dominicano de ricos y diversos saberes como lo fue José Antonio Caro Alvarez.

Nos arriesgamos a la petulancia al decir que, de Don Arturo, intentamos aprender a escribir y en ese esfuerzo tener presente su profundo respeto en el ordenamiento de las ideas y las referencias personales. Los libros que publicó ese insigne venezolano; ese mundo extraordinario de conocimientos que aportó al patrimonio cultural., invaluable para los lectores de este Continente, ha sido la fuente principal para nuestro entusiasmo y dedicación al inacabable aprendizaje en la jornada de la vida, que para él fue larga y fecunda; enaltecedora de la condición humana y de su Venezuela, a la que sirvió con abnegación procera.

El ll de febrero del año l998, publicamos en este diario que acoge con generosidad nuestros trabajos, uno artículo que trató acerca de la decisión que había tomado el luminoso escritor de suspender su columna “Pizarrón”, la cual había venido publicando por cerca de cincuenta años, porque había llegado el momento de iniciar lo que el consideró “esa dura etapa de la vida que es el repliegue”.
Ahora, en su recuerdo; y atribuyéndome la representación de quienes tanto le debemos, escribimos esta columna para despedirlo definitivamente, y, en sustitución de nuevas palabras que no encontramos como ordenarlas por medio de la escrita debido a la pesadumbre que nos ha ocasionado su muerte, nos permitimos reproducir parte del artículo anterior que citamos:

“Hablar de Arturo Uslar Pietri, es referirse a: “la inteligencia mejor organizada y mejor amueblada de todo el siglo XX venezolano”, si aceptamos el juicio que sobre él emitiera ese otro maestro de las letras que fue el exquisito escritor Miguel Otero Silva. En su largo y provechosa existencia, Don Arturo, prodigó su vasto y profundo saber de forma generosa y extendida. Ningún conocimiento literario se le escapó. La novela, la poesía, los cuentos, el ensayo y el drama los cultivó con un despliegue de galanura y estética que engrandecía mas todavía su sapiencia impresionante.

Muchos de sus cuentos figuran en las más rigurosas selecciones. En este género, nos inclinamos, ante la tentación de citar alguno, por “La Lluvia”, en el que sumerge de manera embriagante al lector en un ambiente en el que se percibe la fuerte presencia telúrica en el marco de esa belleza y fantasía inigualable, que tanto ha sabido expresar el escritor latinaoericano y que, él mismo en un momento definiera como “realismo mágico”.

Sus novelas históricas han ocupado un espacio luminoso y “Las Lanzas Coloradas”, donde el lector se siente cabalgando junto al terrible José Tomás Boves, abrió las puertas al reconocimiento de la novela latinoamericana en todo el mundo, según expresara hace algunos años otra cumbre de la literatura, como lo es Mario Vargas Llosa. Hacía cincuenta años que este ese hombre de excepción que fue Don Arturo, había comenzado a escribir para la prensa de manera regular. Su labor periodística desde entonces fue extensa y diversa. Por medio de sus artículos prodigó parte de su saber enciclopédico de manera didáctica como el pedagogo que siempre fue ese nobilísimo venezolano quien tambien marcó hito en la difusión de cultura accesible al gran público, durante los años que mantuvo en la televisión de Venezuela su programa “Valores Humanos”.

En su columna “Pizarrón”, a la que acostumbró tantos lectores de periódicos de Latinoamérica durante la segunda mitad de este siglo que se hunde en el ocaso, sus exposiciones políticas, filosóficas, sociales y culturales han servido de orientación e iluminación a quienes hemos tenido el privilegio de leerlo y aprender de sus ponencias revestidas de hondo sentido humano y de reflexión aun cuando ha tocado temas con agudas aristas, como lo ha sido el empobrecimiento de su patria por el despilfarro y la poca previsión que han tenido sus gobiernos para el manejo juicioso de la descomunal riqueza proporcionada por el petróleo, algo que constituyó una vertical y apasionada preocupación de este estadista, algo que ha dejado expuesto con su hondo sentido patriótico desde aquellos lejanos años cuando acuñó como una consigna premonitoria que alertara a los gobernantes de su país, su histórica frase “Sembremos el Petróleo”, título de un editorial que publicara en el periódico caraqueño “El Nacional”.

Ahora que Don Arturo se repliega y “Pizarrón” desaparece, siento que me distancio de un viejo amigo con quien he compartido de manera íntima durante muchos años. Con el retiro de “Pizarrón”, no oculto decir que me inquieta el alma un dejo de tristeza. Por más de veinte años me he asomado a esa ventana de iluminación e ilustración para tratar de fecundar con su savia bienhechora mi espíritu y mi magro intelecto. Ahora que esa ventana se cierra, me siento como un niño que, fascinado ante la magia diversa y multicolor que le ofrece un prestidigitador, experimenta desazón cuando de repente la función termina.

Cuando murió Julio Verne, un diario parisiense publicó a grandes titulares que había muerto uno de los Reyes Magos. Alguien comentó que ese era el mejor homenaje que se podía rendir al genial escritor. Hacemos propio el encabezado de aquel diario para expresar de la manera mas breve posible, lo que significó para nosotros el escritor desaparecido el lunes 26 de este mes de febrero del año 2001

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